jueves, 21 de noviembre de 2013

Tacones Cercanos

No es un fetiche, aunque no me avergonzaría en lo mas mínimo si lo fuera, pero he de decir que hoy te ví llegar tras la lluvia en esos tacones altísimos dejando diminutas huellas mojadas a tu paso, puntiagudas y desalmadas como una marca cruel para mi deseo. Hoy, debajo de ese abrigo ajustado con un cinturón que te presenta como una visión gloriosa de lo que suelo soñar cuando duermo intranquilo venías con toda la elegancia de quién va a compromisos sociales insoportables, collar de perlas y blusa satinada.

Años atrás las calles eran nuestras, un salvaje correr, subir y bajar incansable definía nuestras vidas. No había mas que encontrarnos para vagar y reír hasta el anochecer, luego la vida se transformó en trabajo y clientes y mudanzas que a veces te acercaban y a veces te alejaban. Desaparecer, reaparecer, hasta que un día ya no fuimos los mismos. Aún así, quizás por inercia, aunque mas bien por debilidad venías a mí de vez en vez. Furtiva y clandestina a delinquir socialmente.

Hoy, apenas cedió la lluvia atravesaste el umbral de mi puerta en medio de la noche, culpable e inocente, capaz de engañar a cualquiera que no te conozca lo suficiente, capaz de mantener la serenidad después del crimen, capaz de enfrentar la indagación posterior de la policía sentimental y salir bien librada.

Descubrirte fue redescubrirte, como el tango aquel, a media luz, rayada como una tigresa por la proyección de sombras de la persiana, fiera que se somete a mi sed quisiera pensar, pero después me doy cuenta que el oasis he sido yo, la mas sedienta has sido tú, y al final, tras ajustar esos tacones de vuelta en tus pies, abotonar la blusa satinada y arroparte en el abrigo te vas a cumplir con tus compromisos, donde has de reír y bailar mientras yo lentamente me recupero de tenerte aunque sea brevemente, pero de soñarte durante décadas.

martes, 16 de julio de 2013

Inercia


¿Cuanto tiempo se puede vivir por inercia, ausente de la fuerza que lo empujaba a uno a vivir? ¿Cuanto dura el sobrante de ese impulso que se agota y lo deja a uno rodando sin rumbo en una carretera desconocida en medio de la oscuridad? A veces camino a traspiés, ebrio de nostalgia, vacilante. Se ocultarlo cuando alguien me ve, sin embargo al instante siguiente me derrumbo y solo mis huesos me mantienen así, muerto de pie y andante, con el rostro inmóvil, inexpresivo, atado a mi cráneo como una máscara en un muñeco crucificado en medio de la siembra para asustar a las aves. Espantapájaros horrendo que alguna vez fue hombre y hoy ignora por igual al sol que a la lluvia, al día y la noche mientras se cae en pedazos.

¿Cuanto tiempo se debe esperar esa tormenta definitiva? Ese rayo destructivo vengador y sorpresivo que ponga punto final en un instante a la terrible comedia del hombre deshecho. ¿O será que hay vida en estos brazos de paja quebradizos y secos que podrían desprenderse con un pequeño vendaval? ¿Hay vida en estas manos que alguna vez envolvieron al mas bello de los rostros para acercarlo a estos labios hoy cuarteados y blanquecinos?

Así, al final de un día interminable no duermo sino me desvanezco, para despertar ocasionalmente con la esperanza de los que han muerto en un extravío, de ser rescatados en un último instante. De ver el rostro de quien esperaron toda la vida aparecer y tenderles la mano.

Recuerdo alguna vez el haber encontrado a un gorrión moribundo tras la tormenta, en la calle mojada y aún sabiendo que quizás viviría sólo unos cuantos minutos más lo envolví en mi ropa, acerqué a mi calor y le dije que nadie debe morir solo en el frío sin el calor de una mirada compasiva y una caricia sobre su cabeza.

Quizás precise semejantes cuidados en un futuro cercano, pero antes necesito saber hasta donde me llevará este ultimo impulso, esta inercia del estallido que es vida y muerte en simultáneo hoy que ruedo cuesta abajo hacia la profundidad.


El Reflejo


Estamos aquellos quienes acostumbramos mirar al vacío, desenfocados de las cosas, sin objetivo alguno absortos en el reflejo de la luz sobre las superficies brillantes, como dicen, clavados en la textura, aunque he aquí mi confesión al respecto: es un escape, una fuga, es la manera de lidiar con lo avasallador del mundo que, imparable parece arrastrarnos aunque corramos sin aliento sólo para permanecer.

¿Quien mas mira al vacío? ¿Los moribundos en el día que el destino les tiene marcado como último? ¿Los ebrios en la barra del bar a quienes les cobran por semana hasta que un día hasta que un día dejan su cuenta sin pagar y desaparecen? ¿Las víctimas que vencidas e impotentes respiran por inercia, cuando lo que desean es un golpe final, definitivo que acabe con lo que queda de sus cuerpos ultrajados y rotos?

Quienes miramos al vacío con regularidad descubrimos de vez en vez reflejada en los cristales la belleza de un rostro, el fragmento incapturable de un cuerpo que pasa o permanece brevemente detenido en una extraordinaria distracción, para luego dejar tan solo esa colección de reflejos, brillos, texturas, superficies de todos tipos, y a veces, con un poco de suerte, cielo, nubes, árboles y ramas que el viento mece en un vals lento y burdo y por supuesto el recuerdo de aquella frase aterradora de Nietzsche para aquellos que miran largamente hacia el abismo, que el abismo a su vez los esta mirando

viernes, 17 de mayo de 2013

Volver

Cuan torcidos los caminos que lo hacen a uno volver, volver a aquel lugar, a esa situación, en el mejor de los casos, a esa persona. Volver. Tantas canciones al respecto, tantas historias también, si tan sólo pudiéramos volver a lo que queremos y no volver jamás a lo que nos hizo daño, pero esos caminos torcidos de los que hablo parecen entenderlo todo al revés. Lo hacen volver a uno al recuerdo amargo, al instante álgido, al momento perdido e irrecuperable, le traen a uno aquel dulce aroma de quien no volveremos a ver, aquel aroma impregnado en la memoria como una escritura que traspasa hojas y hojas y parece quedarse para siempre aún después de cambiar cuadernos.

Quisiera insistir en los caminos torcidos pero es mentir. Es uno que sabe a donde va y se deja arrastrar carente de voluntad, desarmado como una marioneta en el taller, y cuando menos lo espera ya está ahí, de frente a su memoria, viendo una vez mas la escena maldita como una película vieja en la que sabemos qué va a pasar a cada instante y la estupefacción nos deja inmóviles.

Heme ahí con esa gran sonrisa de estúpido viendo como esperabas en la puerta de tu casa, en invierno, envuelta en una bata, con tu miopía que me permitía estar observándote sin ser visto a contra esquina, solo para llegar contigo a confesar mi necedad y necesidad de verte aunque sea un minuto o dos. Heme ahí, jugando pool contigo, con mi música en la rocola, ignorante de que ese momento, como todos los buenos momentos desaparecen en un instante. Heme ahí dejándolo todo, renunciando a todo, perdiéndome en pos de estar cerca de ti, tropezando frente al abismo, perdiéndote sin darme cuenta. Y heme aquí, años después recorriendo todos esos lugares que solías caminar, cansado, sin saber de ti y sin conocer ya a nadie que me pueda dar una pista de tu vida.

Hay una cosa que he aprendido y necesito compartir antes de cerrar el día, que lluvioso e interminable me arrastró hasta aquí donde esperé en vano a tu fantasma, pues ni eso se me apareció:

La vida no espera, hay que ser puntual, incluso para volver.

sábado, 27 de abril de 2013

Desvelo

¿Será que el desvelo es la herramienta correcta para traer a mí tu recuerdo o mas aún, recrearte en situaciones y poner palabras en tu voz que quizas nunca hayas dicho o siquiera pensado? A falta de sueño, donde definitivamente el invitado soy yo pues mis sueños son la tierra donde habitas, me queda el desvelo, en el que tu presencia es aún mas real, aunado a mi estado frágil y sensible en el que casi puedo tocarte, en el que casi puedo percibir tu aroma y la textura de la tela ligera de tu vestido frente al que me arrodillaba a olfatear para llevarme algo de ti a casa en la noche iluminada, poblada de ansiedad.

¿Será que sólo me quedará eso? El desvelo, con su incomodidad, su ardor ocular, su dolor de cuello y espalda y la puntualidad de tu alucinación, que llega entre 4 y 5 de la mañana para recordarme que debo rendirme, desplomarme como un ebrio en el portal de su edificio incapaz de encontrar la llave correcta. Será que sólo me queda caer, abandonarme a ver como desapareces ante mis ojos que se cierran y sentir a veces que acercas tu mano a mi cabeza, vacía de pensamientos que se hunde en la oscuridad para apenas percibir que tus dedos acarician mi cabello antes de perder definitivamente el conocimiento.

Luego está un despertar vespertino, primitivo, aturdido y tembloroso motivado por el apetito; no, no hay apetito en mi boca seca, hay hambre, hambre y sed, sabiendo que quizá tuve un sueño en el que te besé, famélico y lloroso y entendiste que en el amor no hay gloria, hay necesidad, insatisfacción y sobre todo, desvelo.

jueves, 4 de abril de 2013

Paraíso

Eran dunas blancas cambiantes que la noche abandonaba para dejarlas expuestas a la luz del día, primero tímida y poco después radiante cuyo fulgor palidecía frente a su interior: un fuego dormido y fiero alimentado de pupílas ardientes y la exhalación de cientos de almas perdidas en pos de alcanzarle.

Yo estaba ahí junto a esas dunas cambiantes sintiendo una iluminación budista exclusiva solo de los mayores santos y los mayores pecadores, yo estaba ahí y había pasado por otros muchos estados y sentimientos esa misma noche, había esperado el amanecer con el desvelo idílico de aquellos que se reconcilian con la vida. No era sino un león que habiendo vencido a sus rivales ignoraba sus heridas sin el mas mínimo interés en confortarse, era el soldado que plantaba el estandarte en la colina inmune a la mirada de aquellos a quienes habían sido vencidos y juraban venganza.

La luz solar alcanzó el resplandor suficiente y el alma bajo esas dunas volvió a la conciencia, deslizándose al exterior dejando las dunas vacías, tibias pero ausentes de vida y espíritu mientras yo seguía ahí, etéreo, inmóvil, desvelado, contemplativo, con la llama de carbón viva al interior y la piel helada al exterior.

Creí ser invisible por un momento cuando escuché una cascada correr y entonces mi nombre. Eras tú, desnuda, de pie, sonriente, radiante, que me decía: amor, ven a la regadera.

lunes, 1 de abril de 2013

Revelación

A veces pasan los días en automático, sin reparar en detalle alguno, solo transcurren imparables, amanecen tarde, terminan en la madrugada sin brillantez alguna, insípidos, blancos.

A veces los días pueden tener alguna sorpresa, alguna pequeña dicha escondida que asoma con timidez como una mascota nueva que viene asustada en una caja de cartón lista para intentar escapar, hasta que encuentra unos ojos ansiosos por conocerla, alguien a quien pertenecer, alguien a quien seguir.

Aunque la mayoría de mis días pasan en blanco, suspendidos de un vacío, pendientes de un vacío, contemplando el vacío, hoy vino a mí una idea furtiva, incendiaria, letal, con fuerza para crear y destruir, capaz de convertirse en una misión.

Una idea imposible de arrancar, razón para vivir, razón de más para morir, una idea brutal, salvaje, primitiva. Una llamada ancestral venida de las entrañas de la tierra, de los antepasados mas antiguos anteriores al hombre mismo, una llamada cósmica, estelar, galáctica.

La llamada tenía un solo objetivo y llegó en el momento preciso que miraba al interior de unas pupilas a la luz del sol. Ahí, la idea tomó forma de lleno y mi corazón delator supo que había que hacerla viral, contagiosa, indeleble y voraz. Y la idea así de grande cabe en una sola palabra, un solo verbo, un solo mandamiento, cuatro escasas letras. Amar.

lunes, 4 de marzo de 2013

En la oscuridad

A veces me siento atrapado en un ciclo interminable donde el recuerdo casi fantasmagórico de nuestros días de vagancia se hace presente frente a mis ojos, investido con esa transparencia espeluznante de ser casi espíritus de otros tiempos, aquellos en los que probablemente fuimos mas felices de lo que somos ahora. Ser joven es ser una promesa y tal cosa es increíblemente digna de contemplarse con ojos llenos de expectativas de lo que puede llegar a ser.

Nuestra juventud fue buena, los días pasaron corriendo a toda velocidad entre nuestros juegos, nuestro andar interminable y ese soñar que persiste, me atrevo a decir, hasta el día de hoy. Ese soñar que de pronto me causa sobresaltos cuando alguien pasa cerca de mí con una silueta parecida a la tuya, ese soñar que arruinamos con la distancia, excesos, amantes y la interminable espera de días mejores que por supuesto nunca llegaron.

Puedo comprobar de vez en cuando que no eres un fantasma, a veces te veo sin esa transparencia, con tu edad y tu figura actual y me siento frente a ti a escucharte conversar de proyectos y planes, (nunca has dejado de tenerlos) y me maravillo de estar ahí, aunque cuando te vas me quedo como ausente. Me prometo soñar menos y vivir mas, verte mas, pero cuando estoy ahí me vence la estupefacción y cuando menos lo advierto es tiempo de regresar a la realidad y dejarte partir para seguir con nuestras vidas.

La realidad con las promesas es un tanto triste, yo prometí amarte y paso los días escribiendo memorias en solitario, tu prometiste brillar y estas leyendo mi blog a escondidas, en la oscuridad.