martes, 17 de agosto de 2021

Ser Muñeca

Muchos que te han conocido no tienen idea cómo reaccionar ante ti, han visto tus labios húmedos con fascinación, el portento de tu figura, la fuerza en tus largas piernas, la firmeza de tus brazos y saben que eres incansable, muchos saben de tu talento y enmudecen, muchos se reducen o se abren ante tu paso, los he visto y he visto todo eso en ti y más, ante todo ello mi reacción es una sola: el deseo. 

Eres mucho más que eso, lo sé, la bidimensionalidad de las palabras no alcanza a describirte, cuando escucho tu respiración me siento extremadamente afortunado, ¿Cuántos pueden saber de ti, verte y admirarte sin nunca haber sentido de cerca tu respiración? Yo, cartógrafo de tu piel, resonador del sonido de tus palabras y nube que interpreta tus ideas he recibido tu fuerza, peso, pasión, angustia, lágrimas y he sostenido tus sueños entre las manos, con cuidado de no apretarlos demasiado o dejarlos caer.

 

He escuchado tu pasado como quien ve en película de 16mm una vida que no vivió ni conoció, pero sabe que ahí están los cimientos que nos construyen, de ahí viene el impulso, de lo bueno y lo malo que te aconteció, la conquista de la adversidad es algo que el dinero no puede comprar y solo la voluntad puede proveer.

 

Tras de ese largo camino, tenerte así de cerca, aunque sea ocasionalmente me hace preguntarme tantas cosas, ¿Por qué yo? Ya sé que yo insistí para que así fuera, pero igual pudo no ser, y ¿Qué te impulsa? Tengo una teoría que podría compartirte al respecto, quizás se deba a que en mi guarida puedes ser algo que en ningún otro lugar podrías ser. Y tal vez sea yo alguien distinto también, algo que no puedo ser con nadie más. Ahí, nada me prohíbe ser pecado y confesor, saciarte y devorarte, deconstruirte y sostenerte, tomarlo todo de ti y darme hasta vaciar el alma, ser una piel de tambor, un libro de cabecera, ser elixir y ser el veneno sutil que se diluya en tu lengua, ese que no mata pero se imprime en el ser y permanece como tintura persistente en todo lo tuyo.

 

Quise en su momento conocer más del mundo, quise a través de la poesía desentrañar el alma de los seres y las cosas, construir con el verso y la ficción el palacio que conservara las emociones intactas, pero descubrí que uno conoce de todo eso solo para encontrar el momento mágico de olvidarlo todo, donde la vida cabe en un instante, tú lo sabes, pero entonces ¿Qué nos queda después?

 

Cuando vienes cambias de piel, vienes a ser única, vienes a alojarte en mi pecho, a reinar sobre mis impulsos, a hacer memorables las cosas comunes, un café, un paseo, una playlist, vienes a vivir la fantasía de despertar en mis brazos y otorgarme también semejante fantasía que sólo puede existir si es compartida así, furtiva y urgente, pero con tiempo suficiente para encender la lamparita que te permita verme con una luz distinta y ajustar la música una vez más para enmarcar tu caminar por los estrechos pasillos de mi refugio. Vienes también a no ser tú, a despojarte de todo para que yo pueda admirarte y contemplar mi perplejidad, afuera de estas cuatro paredes puedes ser una amazona, pero nada podría disfrazar el hecho de que hoy vienes aquí a ser muñeca.

domingo, 15 de agosto de 2021

El Umbral

Cada vez que he cruzado un umbral que no imaginaba me siento más y más lejos del comienzo, de la inocencia y la dicha pura, cuando se está ajeno a toda molestia, todo sufrimiento y todo rencor. Algunos umbrales no requieren dar ni un solo paso para haberlos cruzado, dependen sólo de una idea o de una intención, a veces me pregunto ¿Dónde está el balance entre los deseos, la frustración y esa gran pérdida de la inocencia? Restringirse para protegerla es solo una opción hasta cierto punto, yo quisiera también divertirme con poco, conformarme con poco, pero soy débil ante mi propia ambición y una vez que el umbral está a la vista, la atracción es un remolino que lo arrastra a uno al vórtice en segundos y antes de reaccionar se es devorado. Así, sucumbir a la tentación, al deseo, al impulso, las más de las veces ha sido inevitable, la seducción de una mirada, el sonido delator de unos tacones o unas palabras susurradas hacen esa magia negra, y por si no fueran suficientes esas señales, a veces es un perfume descarado y enloquecedor o la clara intención retadora de ser todo o no ser, sin dilema alguno.

Pero el umbral a cruzar puede tener tantas formas como cosas sin hacer existan en el mundo, pueden ser unos labios que morder o puede ser la otra media botella de ron, o la siguiente, la apuesta de un mes de ingresos o un encuentro con la mujer de otro, pedirle a los músicos la misma canción una y otra vez, pelearse a golpes con desconocidos y mil cosas mas. Pero hay una trampa con cada umbral que se cruza si las razones no son las correctas, que en lugar de dar, quita. Cada nuevo sabor que se prueba se lleva consigo la sorpresa y eso no tiene vuelta atrás. ¿En que se convierte el que ha probado todo muchas veces? Conocedor dirían algunos o ¿Es así como se le llama a aquellos que se encuentran despojados de todo sentido de la sorpresa? Me entristece su situación tan solo de imaginarla.

Muchos de los umbrales que he cruzado ha sido para mal, cuando eso sucede alguien suele salir lastimado, en el mejor de los casos ha sido solo tiempo perdido, pero hay ocasiones en que la sola idea de que cada decisión presente afecta el futuro y cada decisión pasada moldeó el presente es aterradora ¿Cuántas vidas a mi alrededor pudieron ser mejores si no fuera por mis decisiones? O peor aún ¿Cuántas vidas arruiné con mis decisiones o indecisiones? Se que no es una manera correcta de pensar, cada persona alrededor de uno tiene su libre albedrío y es responsable de sus propias decisiones, aún así, hubo un umbral en un momento, que cruzamos o no, y preguntarse mirando atrás si fue correcto o no, es inevitable.

En mi defensa puedo argumentar que soy solo un hombre, que en otra vida fui un gato y me quedó la curiosidad, puedo esgrimir, como muchos enjuiciados a través de los tiempos que todo lo hice por amor, y que el amor tiene mil caras, o puedo renunciar a la defensa y solo declararme culpable, sabía del umbral, de todos y cada uno y que no hay vuelta atrás, pero necesitaba sentir, la carne, el vino, las caricias, el calor, la ebriedad, etílica y amorosa, necesitaba conquistar, tenerlo todo y perderlo todo y luego buscar, buscar y buscar recuperarlo todo, solo porque es distinto a conseguirlo por primera vez, necesitaba ser un vagabundo, un sabio, un loco, un amante y un solitario, un bailarín y un lisiado. Y en todas las formas quería la amante adecuada, testigo de mi existencia, llamarada y hoguera, pero cada umbral se cruza solo, aunque se esté entre los brazos de alguien.

La edad obliga también a cruzar, y ahí nada se puede hacer para evitarlo excepto morirse, pero si no es el caso, los días, meses y años siguen acumulándose, así transcurrieran de manera vertiginosa en el bullicio de la metrópolis o en calma sentado al pie de la montaña, bajo una noble sombra viendo correr el río. Y se acumulan las dolencias, No hablo sólo de espalda y rodillas, sino del pasado, duele esa vida no vivida, duele la vida de los demás, a veces incluso, su felicidad, que pudo haber sido la propia, duele darse cuenta de la escasa importancia que se tiene en el mundo conforme pasa el tiempo y duele verse rodeado de todo incapaz de disfrutar casi nada.

Hay un último umbral del que sabemos su existencia, pero nunca hemos visto y parece tan lejano me recuerda la advertencia en los retrovisores “los objetos en el espejo se encuentran más cerca de lo que parecen” dicho umbral podría tener el mismo letrero, salvo que no refleja nada, o quién sabe, porque aquellos que lo han visto ya estaban girando en el vórtice.

Y ahora que has leído o escuchado todo esto has cruzado también un umbral, el de mi cabeza, donde mis ideas se enfilan y acomodan para compartirse (o contagiar, según se vea) y quizás de alguna manera he irrumpido también en la tuya. O no, quien sabe.

miércoles, 22 de enero de 2020

La visita

Ese anhelo de tenerte conmigo se ha convertido lentamente en ansiedad, ansiedad que al paso de los días crece y se torna poco a poco en insomnio en el que sueños, recuerdos y fantasías acaban fusionándose y fundiéndose en mis manos febriles y mis músculos que al calor de la imaginación se acalambran, sé entonces que tengo que tenerte una vez más, me lo debo y te lo debes y quizás sea esa suerte de telepatía de los amantes la que dicta que me llames, reveles tu itinerario y ubicación y todo lo demás fluye ya como agua, llegas y solo de ver tu boca la reacción es inmediata, soy el náufrago perdido que se sabe rescatado desde que ve el bote a la distancia, la víctima del desierto que encontró el oasis, soy todo eso y más porque ahí estás, caminando hacia mí, con los labios pintados del color del deseo.

Una vez que has cruzado el umbral que nos aparta del mundo todo se transforma, entregas primero el sabor de tu boca y entonces te despojo apenas de lo suficiente para hacerte mía, casi a la entrada, el tiempo es escaso, pero la intensidad sabe compensarlo. Ahí, en ese instante quiero poner pausa al tiempo, porque nada importa, somos solo tú y yo en un estado de gracia, conducidos por deseo e instinto, nada importa... y todo importa, sin nuestra historia no estaríamos aquí, sin ese compartir de música, sin las palabras o las miradas que a lo largo del tiempo nos hemos obsequiado. Tenerte hoy es coronar las largas noches de haber deseado tu caricia, los días blancos en que resultabas para mí por demás lejana, inalcanzable, siempre en el plano donde mis ansias se volvían poemas para no morir secas en mis manos. Hoy que vienes así, dispuesta a ser mía, a recibir todo de mí, no puedo imaginar acaso los términos en los que aceptas nuestra fusión carnal, las palabras no se inventaron para describir al detalle esos besos que tienen mordida, suspiro, exhalación y súplica, para eso son esos labios que observaba lárgamente mientras mirabas a otra parte, hoy celebramos tu entrega y mi ansiedad, mi entrega y tu ansiedad. Saber que nadie nunca te deseó tanto como yo me es gratificante, que para mí no hay celebridad o ser humano que te asemeje, que si te quedas una hora o una noche tengo garantizada la ensoñación de ti de por vida, cómo recuerdo nuestro vagar y convivir desde el principio, donde cada momento compartido le daba sentido a la música, construyendo mi imaginario, ese castillo donde reinamos en la carnalidad tu y yo, ambos reyes y esclavos por igual, pues a veces mis manos son grillete de tus muñecas y tobillos y en otras tantas soy tu subdito a quien debes exprimir todo el placer que te venga en gana, me diriges y obedezco para que puedas cumplir esa fantasía romántica o violenta o ambas al mismo tiempo.

Otro día me escribes de madrugada y no te sorprende encontrarme despierto, quizas he elegido el insomnio como una forma de vigilia, así no estoy nunca despierto en realidad, solo a medias, así en cada pesado parpadeo puedo soñar, así vivo y así muero, lentamente pero borracho de sueño y tus palabras escritas suenan en mi cabeza y amo tu voz y tú dices que detestas tu voz cuando ni te imaginas que su sonido ha hecho mella en mí y la llevo grabada como runas sonoras en el pecho, ahí donde apoyas tus manos para poder satisfacerte y te aprisiono para que no se te ocurra parar y en ese ángulo, en esa edad, en ese escenario nadie nunca mas que yo te ha visto y esta obra es mi testimonio, mi testamento y mi gloria... hasta que vuelvas a visitarme.

sábado, 25 de marzo de 2017

Descubrirte cada vez.


Dios sabe que intenté como con nadie nunca antes el amarte, que me quedé mirando cada foto tuya tratando de entender el cómo llegamos a ser lo que somos, aquellas incluso de antes de conocerte, aquellas después, todas esas de la vida que no vives conmigo, Dios y tú saben que escuché las historias de tu migración y regreso, de tu felicidad alcanzada y perdida, y tú escuchaste también algunas de las mías, y llegamos a algo juntos, sórdido y carnal, despojado de emociones y alimentado solo de necesidad, necesidad de evasión de la realidad, de compañía, de locura, necesidad al fin. Anotación número uno sobre la necesidad: La necesidad es un síntoma. 

Me queda claro por qué no quiero destapar ese frasco opaco de tapa oxidada en cuya etiqueta apenas alcanza a leerse la palabra "sentimientos" ahí está bien, en el sótano, en la repisa del fondo, oculto. Todo aquello que quise tener al respecto hoy se desvanece, pero queda esa roca ígnea ardiendo en lo profundo de mi ser, roca que me quema y me dice que te atraiga, con insistencia, que tengo que tenerte, que solo tú puedes saciar la lengua de las llamas, que tú no eres un motivo, sino una razón, y me maldice con la certeza de que lamentaré mil veces el perderte, el que seas de otro, el que vivas tu vida sin mí. Anotación número dos sobre la necesidad: La necesidad no se crea ni se destruye, si acaso se descubre. 

Todo esto es mentira, no eres tú, soy yo dicen los cobardes, claro que eres tú, pero no puedes hacer nada al respecto, si acaso huir, alejarte a toda velocidad y poner tanta tierra y mar te sea posible entre ambos, he descubierto mi maldición y no es otra más que la memoria, puedo pasar la vida recordando, sin vivir, tan solo aferrado a la memoria indeleble de lo que me hayas dado, mucho o poco no importa, mi maldición es ese afán de recrear cada cosa, tu cabello rizado deslizándose entre mis dedos, tu andar a gatas en las sábanas, tu imagen en el espejo, sudorosa y enrojecida, fuera de control, sostenida con fuerza entre mis manos. Anotación número tres sobre la necesidad: Si la alimentas crece, si la haces pasar hambre crece más. 

Todo me ahoga, la única situación en la que no me sentía sofocado es cuando dormías entre mis brazos, ya no puedo hacer nada más, respirar es cada vez más difícil, ya no soporto tampoco la luz, mis pies están helados pero mis manos arden como brasas vivas, temo que quizás aún si volvieras a cruzar mi puerta tu presencia sea insuficiente, tendrías que estar a la altura de los recuerdos, la luz cálida de la lámpara de ónix tendría que acariciarte como antaño, deslizarte sobre ti como si le pertenecieras, mejor aún como si te adorara, a esta altura de las circunstancias todo se convierte en un cliché, sed de ti y hambre de ti, me asalta una necesidad vampírica de tu aroma, tu calor y la sangre agolpada en tus mejillas, el sudor que mojaba tus rizos y mi mano que descomponía tu rostro alterando tu belleza en muecas fugaces e irrepetibles, creadas solo para mí,  para desmitificarte y recordarme que eres solo una mujer, por un instante, mi mujer, mi amante, mi muñeca y quizás hasta mi... Última nota sobre la necesidad: la necesidad solo puede conducir a dos resultados, te hace víctima o victimario. 

Epílogo: Me temo que solo me queda entregarme a la memoria y el último recuerdo que te dedico no sea pasional sino idílico, de ti cruzando el umbral del café donde nos reencontramos tras más de veinte años sin vernos y donde, pasada la fascinación de descubrirte una vez más tuve la certeza de que cada día que te encontrara sería un descubrirte cada vez.

No sunshine


¿Será que tu visita sorpresiva no sea solo la casualidad de pasar repentinamente por tus recuerdos, sino el producto de una añoranza que te impulsó hasta mí?

Quiero pensar que a veces sueñas con mis labios y mis manos recorriendo tu piel mientras me debato en la decisión de seguirte adorando recorriendo y besando o hacerte mía de una vez. Que quizás extrañas esa brutalidad amorosa de mi emoción desbordada que raya en la locura en la que quiero admirar tu cuerpo, estrujarlo fuertemente, aspirarlo como una droga y a la vez llorar de dicha sobre ti.

Sé que tenerte cada vez es perderte cada vez y un nuevo rostro tuyo queda en mi memoria que se suma a los cientos de rostros de ti que aparecen al azar cuando cada cosa femenina que pasa frente a mis ojos me recuerda a ti.

Supongo que brillas así todo el tiempo, que tu sonrisa y tu movimiento es deslumbrante por naturaleza y no solo para mí, aunque por un momento me permito pensar que es así, sólo para mí.

No me cansa imaginar todas las diferentes formas de vida que pude hacer contigo, con fortuna o sin ella, tenernos uno al otro hubiera sido suficiente, a veces insisto demasiado en preguntarte si eres feliz, si te tratan bien, y quisiera escuchar que quieres dejar todo atrás y empezar de nuevo, que nada te importa. La realidad es una maldita. La vida y la juventud nos pasaron en un momento y sólo me quedan de ti recuerdos desgastados, incluso fabricados en mi cabeza. ¡Cómo adoré tu cuerpo! ¡Cómo lo admiré en todo su esplendor! A veces fracasé sobre ti con mi cabeza dando vueltas llena de nubes, otras veces te conquisté como un imperio poderoso e implacable, y las más sólo fui un animal hambriento que se saciaba brevemente contigo, vagabundo que aparenta fuerza y saciedad en la cumbre de la desesperación.

Algo me quedo de ti, algo que ni siquiera creo que sepas que existe, pertenece a la última vez que viniste y es ese cuadro glorioso de tu cuerpo tendido boca abajo en mi cama improvisada rodeado de tus prendas esparcidas, tus zapatos vacantes después de haber sido amada y consumida, en el momento en que por un segundo el mundo se detuvo conmigo y puedes abandonarte totalmente, y así te conservo como un fresco central en la galería sentimental, que retumba con mi lista de Soul entre la vibrante voz de Mr. Pendergrass y su T.K.O. hasta que llega el momento de regresar a la realidad en que cierro la puerta tras de ti y Bill Withers me recuerda lo nublado que se torna el día cada vez que te vas.

domingo, 11 de diciembre de 2016

La confesión

Tenerte es fugaz, a veces quisiera impregnarme de ti de tal manera que pueda combatir esa fugacidad, no importa el tiempo que estés conmigo, poco o mucho es inevitable el sentimiento de esa sed no saciada, ni con todos los besos con los que suelo recorrer tu cuerpo desde los dedos de tus pies hasta la punta de tus cabellos, ni con todo el calor que pueda absorber e intercambiar con mis manos sobre tus muslos y esa fascinación que me causa morderte e idolatrarte, devorarte y hacerte mía una y otra vez, nada me ayuda a no sentir que todo pasa como un parpadeo cuando te vas.

Tengo en la memoria un registro perfecto y detallado de tu aroma y su mera presencia despierta mi descontrol y quiero despojarte de todo lo que llevas encima hasta descubrirte como quien recibe un regalo por vez primera, recibirte es siempre un regalo para los sentidos y la experiencia no se desgasta sino todo lo contrario, siempre eres nueva para mi mirada atónita y siempre eres nueva para mis manos.

Hoy en día no puedo despojarme aún de ese cúmulo monstruoso de años de sentimientos hacia ti, aún con toda esa carnalidad descarada de nuestros encuentros, con todo y ese apetito voraz que me lleva como un lobo a olfatearte toda y casi con una vehemencia adorar tu cuerpo, tocarlo y besarlo por fuera y por dentro, no puedo dejar de hacerte mía por momentos como una novia amada, con caricias y besos y el corazón radiante para luego, trastornado, tomarte fuertemente y no seas mas la novia imaginaria sino mujer, mía nomás y verte agitada y sudorosa, enrojecida y poseída desde dentro montada en mí siendo tu hombre, poseído de tu magia y a la vez dueño de ti.

En esos momentos sé que dejas de pertenecer al mundo y me perteneces solo a mí, tu vida está puesta tan cerca de la mía que nada importa, al menos hasta que alcances el orgasmo y caigas como una muñeca de trapo sin fuerzas y sin aliento, a veces tengo la fortuna de caer contigo, trato de no llegar antes que tú, otras veces te tengo que levantar y usarte un poco más para alcanzarte, perdóname si no es la mejor manera pero en ese punto no tengo control alguno de mi voluntad y estoy abandonado a mis instintos.

Luego viene ese vacío en el que te voy perdiendo poco a poco, a veces te quedas solo lo justo para recuperar el aliento, otras veces incluso me abandono brevemente al sueño solo con el afán de recrear el instante inalcanzable de abrir los ojos y despertar contigo a mi lado, desnuda y bella, a veces con la piel fría. Despertar, encontrar el camino a tus labios y percibir tu nuevo aroma, mezcla de tu sudor, el mío y los miles de besos que pareciera que dejé en tu cuerpo, pero que en realidad me llevo de ti es poesía pura.

Y una vez mas, todo pasa tan fugaz, incluso llega a parecer un sueño una vez que acaba hasta que llega el momento en que me escribes a mitad de la noche y viene la revelación de aquello que cae justo en el momento, la carta perfecta para el ganar en el black jack donde siempre pierdo, excepto hoy.

Hasta ayer nada me era suficiente, necesitaba de ti algo mas que tu cuerpo, algo mas que tu alma, algo mas que tu entrega frenética. Necesitaba que me dijeras sin preguntártelo ni provocarlo cuán locamente me ansías dentro de ti. Siempre tuve las pruebas de tu crimen, necesitaba tu confesión.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Muñeca Grande

Ella era una muñeca grande, demasiado grande dirían algunos, sus largas piernas blancas parecian interminables cuando se extendía descalza en el sofá de terciopelo beige, todo en ella era esa afortunada combinación de colores que tantos hombres ansían, el cabello casi rubio sobre su piel de un rosa pálido en el que sus ojos castaños aparecían como plácidas gemas a la espera de ser admiradas, de maravillar, de endulzar incluso a aquellos vecinos de la amargura como yo que arrastramos nuestros huesos durante la noche hasta la madrugada. Su belleza no venía exenta de un precio, había que abrazarla, contenerla entre los brazos fuertemente porque esa muñeca grande era presa de la desesperación, su vida estaba desmoronándose  lentamente entre la soledad y la renuncia sistematizada de cada sueño que había emprendido, ya sea por mala suerte o falta de carácter.

Necesitaba embriagarse, no demasiado, solo lo suficiente para sentir que podía visitar al bohemio cavernario que  resistiera el embeleso de su piel y su aroma y la tomara con suficiente fuerza para mezclar su sudor con alguna que otra lágrima que sus mejillas enrojecidas pudieran fusionar.

Bajo la blusa de seda y botones aperlados quedaban las marcas de las manos que la estrujaron fuertemente el fin de semana y que los días borraban como se borran los viernes de embriaguez durante la semana en la que la vida parece normalizarse hasta el punto insoportable que orilla a repetir el ciclo, semana tras semana.

Poco o nada era lo que podía ofrecerle a la gran muñeca que intrigaba a más de uno con su vida secreta, su altivez en el trabajo y su menosprecio hacia aquellos que le parecían poco dignos de su compañía, sin embargo yo que conocía su secreto lo sabía, era una muñeca rota que se mantenía unida frágilmente pero que tarde o temprano acabaría por caer en pedazos tan pronto como reconociera su escasa sonrisa, su afán de rescatar mascotas perdidas y su absurda necesidad de dormir en una cama extraña y huir en la madrugada al instante en que el amanecer lo permitiera. Recuerdo con gran pesar el momento en que vino por última vez, después de entregarse me miró fijamente sosteniendo mi cabeza en sus manos, tomo aliento para decir algo y soltó un suspiro. En el fondo sabía que soy un hombre hueco, inmune a la belleza, incapaz de salvar siquiera a una planta cuya maceta derriba el viento. No sabría decir si acabó de resquebrajarse o sanó su interior de muñeca rota, ni si mi casa fue parte de su desmoronarse o el taller de marionetas que donde reparase sus grietas. Lo cierto es que quizás deba agradecerle no haber dicho nada esa última vez, las palabras, aun las que son amables o bellas tienden a herir con el tiempo a los hombres huecos