¿Será que tu visita
sorpresiva no sea solo la casualidad de pasar repentinamente por tus recuerdos,
sino el producto de una añoranza que te impulsó hasta mí?
Quiero pensar que a
veces sueñas con mis labios y mis manos recorriendo tu piel mientras me debato
en la decisión de seguirte adorando recorriendo y besando o hacerte mía de una
vez. Que quizás extrañas esa brutalidad amorosa de mi emoción desbordada que
raya en la locura en la que quiero admirar tu cuerpo, estrujarlo fuertemente,
aspirarlo como una droga y a la vez llorar de dicha sobre ti.
Sé que tenerte cada
vez es perderte cada vez y un nuevo rostro tuyo queda en mi memoria que se suma
a los cientos de rostros de ti que aparecen al azar cuando cada cosa femenina
que pasa frente a mis ojos me recuerda a ti.
Supongo que brillas
así todo el tiempo, que tu sonrisa y tu movimiento es deslumbrante por
naturaleza y no solo para mí, aunque por un momento me permito pensar que es
así, sólo para mí.
No me cansa imaginar
todas las diferentes formas de vida que pude hacer contigo, con fortuna o sin
ella, tenernos uno al otro hubiera sido suficiente, a veces insisto demasiado
en preguntarte si eres feliz, si te tratan bien, y quisiera escuchar que quieres
dejar todo atrás y empezar de nuevo, que nada te importa. La realidad es una
maldita. La vida y la juventud nos pasaron en un momento y sólo me quedan de ti
recuerdos desgastados, incluso fabricados en mi cabeza. ¡Cómo adoré tu cuerpo!
¡Cómo lo admiré en todo su esplendor! A veces fracasé sobre ti con mi cabeza
dando vueltas llena de nubes, otras veces te conquisté como un imperio poderoso
e implacable, y las más sólo fui un animal hambriento que se saciaba brevemente
contigo, vagabundo que aparenta fuerza y saciedad en la cumbre de la
desesperación.
Algo me
quedo de ti, algo que ni siquiera creo que sepas que existe, pertenece a la
última vez que viniste y es ese cuadro glorioso de tu cuerpo tendido boca abajo
en mi cama improvisada rodeado de tus prendas esparcidas, tus zapatos vacantes
después de haber sido amada y consumida, en el momento en que por un segundo el
mundo se detuvo conmigo y puedes abandonarte totalmente, y así te conservo como
un fresco central en la galería sentimental, que retumba con mi lista de Soul
entre la vibrante voz de Mr. Pendergrass y su T.K.O. hasta que llega el momento
de regresar a la realidad en que cierro la puerta tras de ti y Bill Withers me
recuerda lo nublado que se torna el día cada vez que te vas.
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